La niña huracán y el niño esponja, Ilan Brenmam y Lucía Serrano. Las diferencias nos enriquecen.

No hay dos niños iguales, eso ya lo sabemos todos. Los hay más tímidos, más movidos, menos sociables o más obedientes. Hay de todo, como en botica.
Cuando hablamos de niños, tendemos a clasificarlos o etiquetarlos por «buenos o malos», «movidos o quietos». La verdad es que odio las etiquetas y las generalizaciones pero es cierto que los niños enseguida suelen dejarnos ver su personalidad, son como un libro abierto.

La niña huracán y el niño esponja como podéis imaginar trata sobre dos niños completamente opuestos. Bueno, en mi pueblo lo llamamos «niña seta» en lugar de esponja, pero al final es lo mismo.
No os voy a preguntar como son vuestros hijos ni os voy a pedir que los etiqueteis, mi intención es otra, la de demostrar que los polos opuestos se atraen, y ser diferentes no es motivo de disputa.

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La niña huracán y el niño esponja.

la niña huracan y el niño esponja

La niña huracán no podía haber llegado al mundo de otro modo, lo hizo durante una tormenta bajo el ruido de los truenos. Lloraba a pleno pulmón, demostrando lo que se avecinaba con la fuerza de esa pequeña.

Y vaya que si se cumplió… era todo un huracán que nunca paraba. Siempre tenía hambre, asolaba todo a su paso, era feliz destruyendo y no dejando ni un solo rincón de su casa sin arrasar.
También era una niña muy inteligente, con mucha energía y muy estudiosa que acababa los exámenes antes que nadie de su clase.

Y un día, la niña huracán conoció al niño esponja.

la niña huracan y el niño esponja

El niño esponja nació un día caluroso, sin hacer ruido, nunca lloraba y apenas se hacia notar. Era un niño cuidadoso, no tiraba las cosas, no manchaba, no arrasaba con su paso.
El niño esponja es ese niño del que todos dirían: Qué niño más bueno.

Al igual que la niña huracán, el niño esponja era muy inteligente y acababa sus exámenes y tareas antes que nadie.
Y entonces, el niño esponja conoció a la niña huracán.

la niña huracan y el niño esponja

A ella le encantaba dar volteretas y a él, ver como las daba.
La niña adoraba mancharse con la tierra y el niño huía de la suciedad.
Los dos tenían una mascota y vivían cerca, ¡podrían presentar a sus mascotas!.
La mascota de la niña era como ella, llena de energía y no paraba un momento.
La mascota del niño también se parecía a su dueño, tranquila y relajada.

Ambos tenían mucho que aprender del otro, se compenetraban a la perfección porque mientras él podía enseñarle a relajarse, ella le enseñaría a hacer volteretas. ¿Duraría su amistad para siempre siendo tan diferentes?.

 

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Las diferencias nos enriquecen.

Yo siempre he creído firmemente en que los polos opuestos se atraen, y que cuanto más te pareces a alguien, más roces tienes con esa persona. En cambio cuando somos diferentes todo es más fácil aunque suene extraño.

Los niños del cuento se llevan genial siendo completamente diferentes. No solo se llevan bien, cada uno le aporta al otro lo que le falta: él le da la relajación que ella no tiene y ella le da la energía e impetuosidad que a él le falta.

Ilan Brenman vuelve a dar en el clavo con un álbum que deja patente que las diferencias nos unen y nos sirven para aprender unos de otros.
Por poner un ejemplo, el colegio de mi hijo es una escuela rural que agrupa varios cursos en cada clase. Lejos de ser un problema, es enriquecedor. Los mayores recuerdan lo aprendido de los pequeños y los pequeños aprenden  de los mayores. Todos aprenden de todos a pesar de las diferencias de cursos.

Las ilustraciones de Lucía Sanchez resumen perfectamente la personalidad de ambos niños con tanto detalle que sufrimos como la madre de la niña cuando la niña arrasa con todo o sentimos la paz y la tranquilidad que irradia el niño.

Título: La niña huracán y el niño esponja.
Autor: Ilan Brenman
Ilustradora: Lucía Serrano
Edita: Algar
ISBN: 9788491422266
32 págs, 24x26cm

 

 

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